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Linfoma canino de células T CD4+

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Animales de compañiaOncología

Linfoma canino de células T CD4+

En caninos, el linfoma representa una de las neoplasias malignas más comunes (Ratcliffe y col., 2009), comprendiendo del 7 al 24% del total de las mismas (Withrow y col., 2013) y el 80% de los tumores hematopoyéticos (Aniolek y col., 2014; Meza y García, 2014). La forma multicéntrica es la más frecuente en perros y se caracteriza por linfadenopatía generalizada con o sin afectación hepática, esplénica y/o de medula ósea (Marconato y col., 2012). En cuanto al diagnóstico, además de la evaluación clínica, es importante determinar la extensión de la enfermedad en los distintos órganos antes de instituir un tratamiento. Se han descrito la presencia de hipercalcemia y gammapatías como síndromes paraneoplásicos asociados a esta patología, complicando el cuadro clínico presente (Zandvliet, 2016). El inmunofenotipo tumoral (linfocitos B o T), se correlaciona con la malignidad del tumor, permitiendo además mejorar la sensibilidad diagnóstica, el tratamiento y la calidad de vida de los pacientes. En humanos y caninos, se reporta una incidencia de linfomas B (80- 85%) ampliamente superior a los de estirpe T (15-20%), (Valli y col., 2011; Seelig y col., 2016). Se describe también que la mayoría de los linfomas T son CD4+ CD45+, de alto grado, con un curso de enfermedad agresivo (Avery y col., 2014). Estos pacientes tratados con protocolos quimioterápicos preestablecidos tienen peor pronóstico y menor tiempo de supervivencia que los pacientes con linfoma B (Papakonstantinou y col., 2013). Es así, que el protocolo CHOP (ciclofosfamida, vincristina, doxorrubicina, prednisona), usado de rutina para tratar los linfomas B, tiene menor éxito en linfomas T de alto grado (Marconato, 2011), respondiendo al mismo solo un 50% de los pacientes (Beavers y col., 2010; Aresu y col., 2013). Esta respuesta diferencial podría deberse a que los linfocitos T neoplásicos presentan una alta expresión del gen que codifica a la glicoproteína P (MDR-1). Esta proteína disminuye la concentración intracelular de fármacos incluidos en los protocolos mencionados (doxorrubicina, vincristina) (Klimecki y col., 1994). Esto hace necesario tratar los linfomas T de alto grado con fármacos que no dependan del MDR-1 como el empleo de lomustina, asparaginasa, procarbacina o mecloretamina en los protocolos terapéuticos de estos pacientes (Rassnicky col., 2002).

Sánchez, Rosina; Amaral, Cecilia; Pessina, Paula

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