Por Carlos Sorribas;Laura Schiaffino.

Angiomiofibroblastoma vulvar en una perra

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Introducción

Los tumores perivasculares de la pared se definen como tumores derivados de células murales de los vasos sanguíneos, con exclusión de la capa endotelial.

En el ser humano, el espectro de los tumores perivasculares de la pared cutánea incluye tumor glómico, hemangiopericitoma, miopericitoma, angioleiomioma/sarcoma, angiomiofibroblastoma y angiofibroma.

En la población canina, los tumores perivasculares de la pared tienen una mayor incidencia en los animales mestizos mayores de 6 años.

El angiomiofibroblastoma es un tumor benigno poco frecuente, que se localiza principalmente en el nivel subcutáneo de las regiones vulvar y pelviperineal. Está formado por numerosos vasos de pequeño y mediano tamaño, rodeados por miofibroblastos fusiformes. El estroma es de aspecto laxo y edematoso, y no se identican áreas de necrosis ni figuras de mitosis atípicas en cantidad. 

 

 

Descripción del caso

Se presentó a consulta una perra mestiza de 7 años con una deformación de más de 7 x 3 cm que colgaba pendulosa de su vulva y estaba apenas sujeta por un pequeño pedículo (fig. 1 A y B). La masa se había originado 18 meses antes y crecía lenta, pero constantemente; su superficie presentaba lesiones producidas por roce.

 

La perra vivía sola con su propietaria y tenía un plan sanitario completo en lo referente tanto a vacunaciones como a tratamientos antiparasitarios internos y externos. Consumía alimento balanceado y restos de la comida de su propietaria. Era una perra entera con ciclos regulares y nunca había tenido cría. Tampoco había sido tratada con anovulatorios o tratamientos hormonales.

Luego de la revisación clínica, se realizaron estudios complementarios. El hemograma y la bioquímica sanguínea fueron normales y no presentaron particularidades. La ecografía no reveló crecimiento infiltrativo ni ganglios afectados. El tiempo de coagulación y el de sangría estuvieron dentro del rango habitual. La evaluación cardiológica prequirúrgica fue normal y la paciente sólo tuvo los riesgos lógicos de cualquier cirugía.

Se realizó la anestesia general de la perra y se procedió a la exéresis quirúrgica de la masa prolapsada. Una vez concluida la extirpación quirúrgica del tumor (fig. 2), se tomaron muestras para histopatología, las cuales se colocaron en formol al 10% y se enviaron al laboratorio de histopatología. Luego, se procedió al cierre quirúrgico de la herida (fig. 3).